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El Efecto de los Gritos en el Cerebro Infantil

El Efecto de los Gritos en el Cerebro Infantil

Súper Mamás, los gritos de nuestros hijos son parte de nuestro diario vivir pero ¿conoces el efecto que puede tener en su cerebro? Por ello la Neuropsicóloga de Niños, Adolescentes y Adultos, Rossana Ardón nos habla de los factores a los que tenemos que prestar cuidado cuando se dan estas situaciones.

Entre más fuerte sea el tono y más alto el sonido del grito, más fácilmente se activará la amígdala para indicar una situación de peligro y se pondrá en pausa el proceso de aprendizaje 

Una de las interrogantes más comunes en la formación de los niños, es si influye más la crianza o la herencia. Lo cierto es que ambas son protagonistas. El cerebro infantil es muy complejo y sumamente interesante, pues se va formando a partir  de las experiencias que se le van presentando, junto con el componente genético que viene de su familia. 

Por eso, al cuestionarnos el efecto de los gritos en el cerebro infantil, es vital entender que el ambiente en el que crece el niño o la niña afecta directamente su comportamiento, su desarrollo y el proceso de aprendizaje dentro y fuera de la escuela. 

Existe un sin número de opciones de crianza, desde la tradicional de nuestras abuelas, hasta la crianza positiva de los libros contemporáneos más famosos. Pero algo en lo que todos coinciden, es que los gritos no son necesariamente la mejor manera de conseguir el cometido en una discusión con nuestros pequeños. Si lo ponemos en contexto, ni nosotros mismos llegamos a una resolución positiva en una discusión a gritos, porque no escuchamos, sino que terminamos compitiendo a ver quien grita más alto. 

Los gritos, el estrés y vivir en estado de alerta

Cuando un niño escucha un grito que entra por sus oídos y pasa por el lóbulo temporal se van activando redes neuronales que le dicen a su cerebro, “¡estás en peligro!”. Es por eso que cuando los niños escuchan los gritos de sus padres o de seres queridos probablemente lloren, se congelen o peleen (modo de supervivencia). Es una reacción total y completamente automática e instintiva para ellos, es lo que su cerebro está programado para hacer.

Una investigación de New York University encontró que entre más duro sea el sonido, o más alta la variación del grito, se percibe con más tono que inspira miedo. Por ende, concluyeron que entre más fuerte sea el tono y más alto el sonido del grito, las áreas activas del cerebro no van a ser aquellas para distinguir sonidos en general, sino va ir directo a activar la amígdala para indicar una situación de peligro. 

Ahora, algo que debemos tener muy presente es que cuando nuestro sistema entra en modo de sobrevivir se secreta cortisol, la hormona del estrés. El estrés es normal y necesario de vez en cuando, pero si el niño vive en un estado de estrés constante, es decir rodeado de gritos, esto influirá negativamente en su desarrollo cognitivo. El niño o la niña pasará de un proceso de aprendizaje a un estado de supervivencia, en el cual su cerebro va a priorizar los procesos automáticos para reducir el cortisol y no se enfocará en adquirir habilidades nuevas. 

Una investigación de la Universidad de Pittsburgh encontró que, a largo plazo, los pequeños que habían vivido en ambientes rodeados de gritos, presentaban más cuadros depresivos que sus pares, o podían reproducir la violencia verbal que aprendieron en casa.

Estrategias para evitar los gritos

¿Qué podemos hacer para cambiar estos patrones en nuestra casa y en nosotros mismos? Es posible que haya días que el nivel de estrés de los padres sea tanto que gritan como método de desahogo, aunque la intención no sea de crear más estrés. Por eso, hay algunas estrategias para controlarlo y hacer un acercamiento más positivo:

  1. Definir y crear consciencia sobre los momentos de estrés para poder tomar un “break” y respirar.
  2. Educarse sobre las etapas del desarrollo y entender qué comportamientos se pueden esperar en cada edad del niño o de la niña.
  3. Establecer límites y reglas claras dentro del hogar para todos los involucrados, junto con las consecuencias que ocurrirían si la persona no cumple lo acordado.
  4. Educarnos y educar a los pequeños sobre nuestras emociones y cómo manejarlas. 
  5. Antes de gritar, utilizar la técnica del sandwich, donde se expresa algo bueno que hizo la persona, el error que cometió, seguido por algo bueno para crear un espacio de aprendizaje.
  6. Compasión y entendimiento de que a veces cometemos errores. Pedir perdón y explicar la situación.

Recordemos que los niños aprenden por imitación entonces es importante que nosotros como adultos controlemos nuestras reacciones o si no lo logramos, les enseñemos cómo mejorar. Y cuando ya no tengamos más remedio, recurrir al humor, ¡los niños aprenden mejor riendo que llorando!

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Súper mamá, ¿conocías los efectos de los gritos en tus hijos? Cuéntanos cómo solucionas las diferencias con tus hijos, ¿Qué otra recomendación te ha funcionado?

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