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¡Vence tu miedo y sé dueña de tu destino!

Texto: Mónica Herrador

Todo en la vida por lo general empieza con MIEDO, la vida misma incluso, cada mamá por más hijos que haya tenido, va con temor al parto, aunque luego pase, pero es imposible no sentir esa ansiedad antes de que escuchemos el llanto de nuestro bebé; cuando comenzamos una relación amorosa, entramos pensando ¿cuánto va a durar? ¿me va a ser fiel?  ¿será el indicado?… Los niños en su primer día de clases lloran pensando que los vamos a dejar de por vida en la escuela, en fin, el miedo viene implícito en nuestra naturaleza porque nuestros padres, especialmente nuestra madre lo sintió en algún momento durante el embarazo y ¡zas! (como dice una amiga mía), nos tocó porque nos tocó.

Durante mis últimos 6 años, he podido sentir el miedo en su forma más cruda, he pasado por muchas situaciones duras, que me han llevado a sentirlo, vivirlo, pero lo mejor, enfrentarlo y superarlo. ¡Te hablo hasta de una decisión de aborto, sí, pensé en abortar a mi tercera hija, justo cuando me enteré, dije que va… esto no puede ser, tengo que hacer algo! Así que por miedo no, aunque lo podemos sentir y vivir de distintas maneras, miedo es miedo, te paraliza, te bloquea, no te deja tomar decisiones acertadas, en fin, el miedo te daña la vida.

Cuando me enteré que estaba embarazada por tercera vez, ya tenía dos hijos, una niña de 6 y un niño de 2 años y medio, estaba en medio del más doloroso y conflictivo divorcio, aún vivíamos juntos y mi casa era un campo de guerra literalmente. Mi temor al enterarme era y ¿ahora él qué va a decir? En efecto, su respuesta no fue la que toda mujer esperaría y aunque no fue un bebé planeado por nosotros (fue una de esas noches en las que piensas que se pueden resolver las cosas con unas copas de más), yo tenía la esperanza de que en algo ayudaría la noticia, en resolver los problemas que teníamos, pero la verdad es que los planes los tenía otro y yo ni por enterada me había dado cuenta de que todo, absolutamente todo iba a cambiar a raíz de ese nuevo ser, que ya tenía nombre, sexo definido y que estaba lista para enfrentar dentro de mí, la más dura de las batallas.

Nunca encontré respuesta en mi búsqueda para esta famosa pastilla “del día siguiente” o para tener el contacto de un doctor que me hiciera “el trabajito”, así que me tocó seguir adelante con mi embarazo, a costa del rechazo de su papá y del miedo intenso que me recorría el cuerpo todos los días al pensar: “si me estoy divorciando, ¿quién la va a reconocer?”, “¿cómo la voy a mantener?” si son 3 chiquillos, en fin, todos los días en vez de disfrutar viendo cómo me crecía la panza, cómo iba pasando todo, yo vivía triste, frustrada, no compartía con mis hijos para nada, ni le hablaba a la barriga, no me la tocaba, era como tener algo puesto sin disfrutarlo, esperando solo el día en que me tocara quitármelo.

Un día, me habían invitado a una conferencia que explicaba qué era La Divina Misericordia de Dios, yo ni tenía pensado ir, pero ese día se formó la tercera guerra mundial en mi casa (para variar) y me fui, era mi salvación decía yo. Sin saberlo, iba directo a ella. Llegué y ya había empezado, me senté al final pegada a la pared en un pequeño recinto con casi 50 mujeres agrupadas hombro con hombro, pero todas atentas a lo que el expositor decía. Yo estaba en otro planeta, no tenía idea de lo que allí se hablaba, solo busqué un lugar a dónde refugiarme del Armagedon que había dejado atrás hacía unos minutos, de repente un hombre me habla al oído y me dice “es una niña y se llamará Marta Isabel”, cuando volteo la señora que está sentada a mi lado me mira con cara de loca y la del otro lado me sonríe, me quedé muda, obviamente no había un hombre sentado a mi lado, de hecho no habían hombres en ese lugar, más que el expositor que en ese momento decía: “no seamos como Marta, que cuando Jesús iba a su casa a predicar, se ponía a cocinar para atenderlo y se perdía la oportunidad de escuchar su palabra”… , más bien “seamos como Isabel, que al recibir la visita de su prima María, se emocionó tanto que el niño que llevaba en su vientre saltó y ella se llenó de alegría”, ¿se dieron cuenta? Me hablaban de Marta y de Isabel, casi me muero de un infarto catatónico por no exagerarles lo que sentí, me paré, me puse a llorar como loca y me subí a mi carro, no sabía qué hacer, para dónde ir, pero cuando arranqué, empecé a sentir una paz que no puedo explicarles y sentía que debía volver a casa.

Cuando abrí la puerta, me recibe el que les digo y me dice “me imagino que vienes de donde tu marido”, le dije, SÍ y hasta le pusimos nombre a nuestra hija; la cara se le transformó, se dio la vuelta y más nunca, créanme, más nunca se metió conmigo, me gritó, me molestó, aunque vivimos juntos, pero no revueltos hasta que Marta Isabel nació, fue como haber tenido un embarazo sola.

Ojo y con respeto a todas las Martas que me leen, yo jamás habría pensado en ponerle un nombre como ese a una hija mía, lo que me parecía fuerte, dominante y hasta anticuado, hoy cada vez que lo pronuncio es la confirmación de que Dios la sembró en mi vientre con un propósito, de que él cuidadosamente se encargó da cada detalle, de que nunca me abandonó y sobre todo, que me enseñó aquella noche a vivir SIN MIEDO, porque me llenó de esa paz que sobrepasa todo entendimiento, me cuidó como a las aves y me ha provisto siempre de todo lo que mis hijos y yo hemos necesitado.

Si hoy después de leer mi  historia, la de Martha Isabel (lo escribo con H para que se vea más moderno) sientes que no puedes más, que no vas a salir adelante de la situación a la que te enfrentas ahora, que Dios te ha abandonado, YO te acabo de demostrar que no es así, yo iba a abortar por miedo, traté de quedarme en una relación tóxica, por miedo, estaba paralizada por miedo y Dios conociendo mis debilidades, me levantó, así como lo hará contigo, Él fue el papá de Martha desde que la colocó en mi vientre y lo ha sido conmigo y con mis hijos siempre, ¿por qué no va a hacerlo contigo?, confía, cree, vive por fe, no pienses que porque todo está mal ahora, va a ser así siempre, cada día trae su propio afán y Dios no abandona jamás a sus hijos.

Aunque empecé diciendo que el miedo viene implícito en nuestras vidas, tú tienes el poder de vencerlo ante cualquier situación que estés enfrentando, tú tienes el poder de usar ese amor que Dios pone en tu corazón para salir adelante y de ser cada día una Super Mujer, una Super Mamá.

Mónica Herrador

Super mamá de FE

3 Comments

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  1. Wao. Que hermoso testimonio. Me Identifique en un situación, mi divorcio y mis hijos pequeños. Aún lucho, pero se que hay un Dios que no nos abandona. Realmente somos mujeres valientes.

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