Manejando la frustración y presión escolar de los niños.

Entendiendo la frustración y presión escolar.

Antes de aprender cómo manejar la frustración, primero tenemos que definirla. La frustración es un sentimiento que surge cuando no vemos satisfechas nuestras expectativas o sucede algo que nos causa rechazo. Es normal que a lo largo de nuestra vida ocurran situaciones que nos causen frustración y, sobre todo en la infancia, no nos debe resultar extraño que los niños expresen este sentimiento con mucho enfado, puesto que están todavía les cuesta procesar y verbalizar sus emociones de la misma manera que lo haría una persona adulta.

Como cualquier otro sentimiento, forma parte de la vida diaria de todas las personas y es por ello que debemos aprender a manejarla, tanto mejor si aprendemos a hacerlo desde edades tempranas. Si sabemos cómo tolerar la frustración, significa que probablemente contemos con buenas estrategias de afrontamientos y que tengamos una mayor flexibilidad ante los problemas que se nos presenten.

La frustración puede surgir a partir de un sinnúmero de causas, algunas de ellas internas (provienen de la propia persona) y otras externas (situaciones ajenas a la persona). En los niños, la presión escolar suele ser una de las causas más comunes de frustración. Es posible que, ante la figura del colegio, los niños experimenten no sólo frustración, sino también estrés, al no ver cumplidas las expectativas que tanto sus padres, maestros o ellos mismos tienen.

Las largas jornadas escolares, la carga de tareas o actividades para hacer en casa, así como el mantener buenas notas en los exámenes, pueden ser una combinación de factores que sobrepasen el manejo emocional del niño. Por ello resulta de vital importancia el acompañamiento adecuado de los padres, para ayudar al niño a encontrar un punto de equilibrio, no sólo en sus sentimientos normales de frustración, sino para balancear los demás efectos de la presión escolar. 

Herramientas para el manejo.

• Enseñarle a identificar y validar sus emociones. Esto ayudará al niño a tener una mejor comprensión no sólo de su mundo interior, sino que será más sencillo para él verbalizar cómo se siente y de esta forma habrá un mejor canal de comunicación en casa. Si el niño es capaz de expresar con exactitud cómo se siente, será más sencillo ofrecerle ayuda o brindarle mejores alternativas que contrarresten o disminuyan su frustración.
• Enseñarle cuándo pedir ayuda. Es importante recordarle siempre que la frustración es válida y que no siempre tiene que hacerlo todo por sí mismo. Cuando una situación nos sobrepasa, sea cual sea, está bien pedir ayuda a los demás para bajar la intensidad de la emoción.  
• Darle objetivos y expectativas reales. Muchas veces la presión escolar empieza por la idea que se hace el niño de las expectativas tanto de sus padres como de sus maestros. Si percibe las expectativas como metas asequibles, en lugar de objetivos imposibles, es probable que disminuya la frustración.
• Ayudarle en la gestión y organización de tareas. Si durante la vida adulta todavía es complicado encontrar un balance adecuado para la gestión del tiempo, lo es aún más en la etapa escolar. A veces, una adecuada organización tanto de las tareas como del tiempo que se cuenta para hacerlas, ayuda significativamente a disminuir la presión escolar que puede tener el niño.
• Valorar el esfuerzo realizado más allá de la nota obtenida. Aceptar que la frustración es parte de la vida diaria, también implica que no todo el tiempo se obtendrá una calificación perfecta. Por eso es importante que demos valor al esfuerzo y tiempo invertidos, más allá de la perfección de los resultados.

El manejo de la frustración es un proceso y no siempre es un camino que resulta sencillo, ni mucho menos lineal. Lo primordial es tener un canal de comunicación abierto para poder ofrecer mejores estrategias y permanecer en constante observación. Si la frustración persiste, o parece sobrepasar tanto al niño como a la familia, es bueno consultar con un especialista puesto que, al fin y al cabo, siempre está bien pedir ayuda.

Escrito por: Mgter. María del Pilar González

Psicóloga Clínica de Niños y Adolescentes

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