Se aplica en todo y lo que no sabe, lo aprende en un tutorial. Para Yilca Arosemena, no existen barreras. Estudiando danza en el extranjero aprendió a sobrevivir y salió airosa de las situaciones más inesperadas. ¡Mira su historia!
Texto. Yilca Arosemena
Siempre me preguntan cómo fue que llegué a ser una mamá tan recursiva y, me sonrío porque yo lo llamo MUY CREATIVA.
Todo inició hace muchos años estando en la universidad. El estar fuera de mi país con los recursos súper limitados, ya que me fui con una beca y mis padres mandaban lo que podían, justo para poder sobrevivir y cubrir libros. (Sí, las bailarinas necesitábamos muchos libros, hasta de geología, pero esa es otra historia ja, ja, ja) … y es ahí donde ésta artista aprendió a hacer magia con muy poco dinero, mejor dicho, NADA DE DINERO.
Para vestirme visitaba tiendas de segunda mano y venta de cosas antiguas, encontraba de todo, hasta trajes de gala para los eventos de la universidad por $10.00 y nunca repetía. Eso para mí era muy importante, visitaba cada letrero de ofertas que veía por la calle y encontraba maravillas. Claro que, también aprendí que usar cosas viejas en buen estado no garantizaba que no les pasaría nada a corto plazo. Oh wao, porque en alguna ocasión quedé sin la suela de un zapato en una discoteca, ropa desintegrada a estado harapos en el lavamático, elásticos que ya daban sólo para una puesta, botones voladores y cosas así…
En la clase de creación de vestuario aprendí a coser y descubrí que era buena para las manualidades. Se abrió todo un mundo de oportunidades porque pensé que todo lo podía hacer yo misma y así no gastar tanto dinero. Recorría tiendas de telas, encajes y demás… Pero, no todo me quedaba bien; igual lo emparapetaba y usaba.
Al final de cada semestre teníamos un show donde los estudiantes nos encargábamos de todo y, fue ahí donde desarrolle lo que sé en baile, vestuario, maquillaje, etc. Ahora, soy muy buena ideando vestuarios fáciles de armar para las infinitas actividades escolares de mis hijos.
En mi clase de Creación de Escenografía aprendí a usar todo tipo de herramientas y me di cuenta de que dos pedazos de madera se unen con un clavo de lo más sencillo. La pistola de grapas fue mi preferida y quería tapizar hasta a mi ‘roommate’.
En los primeros años, viví en el campus de la Universidad, pero cuando pude vivir fuera los programas en TV de decoración y remodelación de casas, eran mi obsesión. Ni les cuento todo lo que hice en ese primer apartamento. Era algo especial, bien ecléctico, pero para mí: ¡Simplemente Bello!
La situación comida era otro tema. Durante el primer semestre odié la comida de la cafetería, pero no quedaba de otra. Aprendí a hacer pasta en todas las salsas posibles, o sea, tenía recetas de salsas de cada color del arcoíris. Fui experta en sopas y comidas instantáneas, degusté todo tipo de comida congelada de microondas en oferta y, me hice experta en hacer menús diferentes con las mismas cosas para no aburrir el paladar.
¿Y cómo podría comprar cosas sin dinero? ¡Hum, esto si es muy importante! Aprendí a trabajar para comer, vestir y divertirme, ya que mamá y papá no pasaban mesada.
Perdí la pena al trabajo, hice de todo. Fui mesera en un restaurante de mariscos. ¡Terrible el olor, o sea, salía de ahí como mismo zorrillo! Fui niñera de mi jefa de la compañía de baile donde era interna, es decir, cuidaba al único hijo en ese entonces de mi jefa y, hasta hice de asistente de un mago… ¡Sí, me desaparecían! Me cortaban el cuerpo en pedazos y me achicaban en la caja origami. Ja, ja, ja. Esto nunca lo olvidaré. Y así, también acepté cualquier tipo de trabajo honesto de verano que me proponían mis amigas.
Creo que todas estas experiencias de Bailarina Universitaria me hicieron la mamá recursiva que soy ahora. Bueno, también creo que el haberme divorciado y, verme de repente como madre soltera activó toda la creatividad que algún día tuve para sobrevivir en los tiempos en que era una LU Dancer.
No hay nada que no pueda hacer y, si no lo sé busco un tutorial y aprendo. Para mí todo es posible. Y todo se puede conseguir igual o muy parecido en Avenida B, las tiendas económicas de los centros comerciales y los miles de establecimientos de chinos con los que contamos en la ciudad de Panamá.
No suelo comprarles a mis hijos cosas muy caras, ya que crecen por segundo, en especial sus pies y me pueden arruinar. ¡Eso es una locura! El desfile de pantalones cruza charco que me toca ver. No entiendo cómo se estiran por segundo. Por eso, les he enseñado que las cosas de marcas son bellas. ¿Las queremos? Sí, más no son indispensables, pero si las deseamos debemos ahorrar para poderlas comprar. Eso nos funciona de película.
Siempre estamos de un lado para otro. Por eso, les preparo el almuerzo y se los coloco en las loncheras, para que cuando salgan del colegio puedan comer, ya sea en el carro o en mi trabajo antes de su próxima actividad y, me aseguro de que sean cosas fáciles de comer en movimiento. Que no incluyan mucha salsa que manche lo que lleven puesto o el carro. Haciendo esto, evito comer fuera y ahorramos un poco.
Ahora, las mamás contamos con tanta ayuda en Internet que es imposible no lograr algo. Simplemente necesitamos proponernos que sí podemos hacerlo, programarnos para que rinda el dinero y ser organizadas con el tiempo. Y no se preocupen que tal vez suena complicado e imposible de lograr, pero la práctica hace al maestro y todos los errores nos llevan a mejorar, hasta que lo logremos.
Besos, Yilx