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Karma

Marti Ostrander nuestra mamá de 5, nos habla de la factura que la vida le ha pasado y que ¡el KARMA sí existe!

Texto. Marti Ostrander

¿Se acuerdan cuando imitaban la firma de su mamá en el boletin? ¿O cuando se escapaban a alguna fiesta o discoteca de madrugada? ¿O esos traguitos que se metieron de pelaosa escondidas?

Queridas mamás, les tengo una noticia: existe el karma.

Sí, Karma, con K mayúscula (Karma is a bitch, como dicen los gringos). Todo se paga en esta vida con los hijos.

Yo las estoy pagando toditas y cada una; las de esta vida, la de la vida pasada y ¡las de mi vida por venir!

Pensé que el karma me había pasado de largo. Que no me había visto, y que me había salvado. Llegué a decir que “qué va, ¡eso no existía!”

Mi hijo mayor, Frank, de 17 años, ama leer, estaba entre los 10 mejores de su clase y nunca trajo ni un 3.9 en el boletín. Es más, sus notas más bajas en sus 14 años de escuela las trajo en Religión y Educación Física.

¿Fiestas? ¡Qué es eso! Nunca le han gustado. Si lo obligaba a ir a alguna, porque sí, leyeron bien, iba obligado, a las 12 a.m. me estaba llamando que no aguantaba más el reggaeton. Es que Frank escucha música clásica o de musicales; el soundtrack de Hamilton, de Broadway, es su favorito ahora.

¡Me gané el gordito mayor!, decía. Mi emoción por éste niño espectacular que no me sacaba canas era tangible. Y entonces ¡kaboom! … llegaron los terremotos y la paz se acabó. Me dí cuenta entonces de que el Karma sí existe.

Les cuento que uno de mis hijos ama comer dulces, pero lo ama con loca pasión. Entonces, un día me llaman de la escuela para preguntarme si ese cheque escrito con letra de pelaitoy firmado ‘Marti’ era mío. Palidecí, yo casi no uso cheques.

La escuela procedió a enviarme una copia del dichoso documento, con letra de mi hijo, por 50 dólares a favor de la tiendita de la escuela, donde vendían batidos de óreo. El niño de tercer grado había agarrado un cheque de mi chequera, que estaba en algún lugar escondido de mi cuarto y procedía a comprarse todos los batidos de oreo que podía. Con ese dinero eran como 12 batidos, que él pretendía tomarse en una semana; y sí, estuvo castigado por muchos meses y estoy segura de que aprendió a no tocar más mi chequera.

Y hace un año llegaron las fiestas. Desde los 11 años, casi cumpliendo 12, van a los famosos 13 años. Al principio los dejaba hasta las 10 de la noche, pero estos quieren qudedarse hasta que el último invitado se vaya.

Siguió la desveladera, y ya comenzaron los 15 años… y el alcohol y todo lo que eso conlleva. Y ya voy yo a todas las buscadas a las 2 a.m., porque ni loca permito que se regresen en Uber, como hacen otros padres. Así que si alguna vez pensaron que iban a dormir, les doy la noticia: no, eso tampoco ocurre.

Y les recuerdo que el karma sí existe. ¡Buena suerte!

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