in

Cuando la vida te cambia los planes

Erika Nota habla abiertamente sobre su experiencia siendo madre de Rocco, un niño maravilloso con necesidades especiales.

Texto. Erika Nota.

La llegada de un bebé es el mejor regalo que la vida le puede dar a una mujer.  Desde ese primer momento cuando confirmamos que tenemos vida en nuestro vientre empieza un sin número de emociones porque siempre, e independientemente que sea tu primer hijo o no,  sin duda alguna siempre deseamos que todo fluya. Nos ilusionamos con cada patadita, con saber cómo será, qué nombre ponerle, y sobre todo qué le deparará el destino a este nuevo ser que se forma en nuestro interior.

Independientemente de cómo sea tu embarazo; ni las náuseas, ni los antojos, ni ninguna molestia que puedas experimentar durante este periodo te quita esa ilusión de por fin ver por primera vez su rostro, de olerlo, de hablarle, de acariciarlo, y lo más importante: de desear que tu bebé nazca con salud.

Pero ¿te has preguntado qué pasa cuando de repente todo cambia? ¿Cuándo tus planes no salen como pensabas y tu bebé viene con algo que no esperabas? ¿Cómo reaccionarías tú ante esto que te presenta la vida? Sin duda alguna, nadie está preparado para esto y no es algo de lo cual se habla durante el embarazo. Sentimos temor, mucho miedo e incertidumbre de sólo pensar que esto le pueda pasar a tu bebé, pero ¿cómo reaccionarías tú si te dice el doctor que tienes un bebé que viene con una condición, o descubres a lo largo de su crecimiento que tiene alguna discapacidad? Difícil, ¿verdad?

No voy a negarles que al principio todo puede ser muy confuso, muy incierto, que por tu mente pueden pasar todo tipo de pensamientos, temores, miedo a lo desconocido, hay un luto en tu alma y una impotencia de no poder cambiar algo que se te escapa de las manos. Algo que está destinado a ser, para ese ser que tú tanto amas.

De repente, a mí se me pasó por la mente que la vida me estaba poniendo a prueba; “Dios mío pero qué prueba más difícil”, me dije. Unos doctores decían una cosa, otros tenían otro pronóstico, y yo que no entendía en ese momento esos términos médicos me preguntaba, ¿y cómo pasó esto?

Teniendo a Rocco, de tan sólo 6 meses, en brazos la noche que me dijeron que “algo no estaba bien”, traté de no llorar y deprimirme porque lo estaba amamantando en ese momento, pero llegué hasta a preguntarle a Dios que por qué Rocco.

Recuerdo como si fuera ayer esa madrugada cuando Rocco y mi hijo mayor Roberto Lucca, de casi 2 años, del otro lado; ambos empezaron a llorar, y yo que apenas había podido conciliar el sueño me desperté desesperada sin saber a quién consolar primero. Los cargué a ambos uno al lado izquierdo y al otro del lado derecho, después de un rato tratando de consolarlos empecé a llorar yo también, pidiéndole a Dios una respuesta, porque en ese justo momento me sentía perdida.

¡Qué mejor señal de Dios que ver el amanecer! Que te indica que estás vivo, ¡que tienes una nueva oportunidad! En ese momento realicé que ésa era la señal del señor para mí, y que en cada amanecer nosotros tomamos la decisión de vivirlo como queramos, para bien o para mal. Pero que al fin y al cabo la decisión la tomas tú.  Sentí alivio, esto me ayudó a dejar de cuestionar lo que estaba ocurriendo con mi hijo, y en vez de preguntarme ¿por qué pasaba esto?, empecé a preguntarme, ¿para qué? ¿cuál es el propósito de todo esto?

A raíz de esa señal decidí tomar acción, empoderarme de la situación y de la condición de mi hijo. Me siento una mujer afortunada en ser la mamá de ese angelito, qué privilegio es poder aprender día a día de ese guerrero que nos enseña a todos a vivir y a ver la vida ahora de una manera diferente. Gracias a él, valoro cada momento aún más, valoro las cosas más sencillas de la vida, valoro el sentido de familia. Se supone que los padres venimos a este mundo a enseñarles a nuestros hijos, y Rocco sin darse cuenta me ha enseñado más de lo que yo imaginaba y lo sigue haciendo; me ha enseñado a conocerme más a mí misma, y a descubrir otras capacidades que yo no había realizado que tenía, por él tengo una visión de la vida diferente.

Tener un niño con alguna condición no es un obstáculo, al contrario es una oportunidad de descubrir un mundo nuevo lleno de enseñanzas,  un mundo que tiene sus propios colores,  un mundo de almas auténticas, puras e irrepetibles.

He descubierto que no estoy sola en este camino maravilloso, he conocido muchas madres y padres que, al igual que a mí, la vida le cambió los planes y de ellos también he aprendido.  Muchos me preguntan si hay alguna diferencia entre criar a un niño con condición y otro que no la tiene, mi respuesta es siempre la misma: a ambos hay que criarlos con mucho amor, constancia, respeto y perseverancia.

Tengo la fortuna de tener lo mejor de ambos mundos con Roberto Lucca y Rocco, y lo seguiré disfrutando hasta el último de mis días.  Por eso cuando la vida te cambie el plan, pues acepta el proceso, disfrútalo y vívelo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cargando…

0

“Mamá, tú también tienes derecho: tómate tu tiempo”

Un taller para padres artistas