in

Arquitectos de nuestra propia alegría

Claudia González nos invita a aferrarnos a la vida, a cansarnos, a disfrutar de nuestros hijos y sucumbir ante el ajetreo diario, a pesar de una triste experiencia.

Texto: Claudia González

La inocencia pregunta: “tía Claudia, ¿quién es este niño en la foto de tu teléfono? ¿Y por qué no vino? ¿Lo conoces? Mi respuesta fluyó natural, sin peso, liviana, que yo misma me sorprendí y confieso que no pensé que iba a fluir tan bien. Respondí: “Él es mi hijo Oliver que vive en el cielo”. ¿Y no estás triste tía Claudia? Mi amor, Oliver vive en mi corazón muy cerquita y en el cielo es un angelito.  Pero ¿por qué no está aquí con nosotros en este paseo? Lo que pasa mi amor es que el juega arriba con Dios. Y no te preocupes que el está muy bien y te da las gracias por saludarlo. Ok tia Claudia, después me enseñas otra foto para conocerlo.

Cuando mi amiguito queda tranquilo con mis respuestas, pensé: “gracias a Dios me comprendió”. Lo último que hubiera querido es confundirlo.  En su inocencia era curioso y con todas estas preguntas que nos hacen y que empiezan ¿y por qué??” Ese “por que” que al principio de todo tanto me pregunté. Ya no. Mi fe supera esa pregunta.

Para los padres que hemos perdido un hijo, la sola pregunta ¿cómo estás? asusta. Pero no por la pregunta sino por tratar de brindar una respuesta correcta sin llevar tristeza y quebrarnos y tampoco los queremos hacer sentir mal.

También uno que otro imprudente: “pero no tambaleas, para nada”. “Ya yo me hubiera muerto”, bla, bla, etc; etc.

Mi corazón de mamá de Oliver no cambia porque él ya no está. Nos tambaleamos, pero tenemos fe, amor y confianza. Nos llenamos de fuerza de voluntad para seguir por Uno, porque uno quiere seguir por los hijos, por la familia, por el trabajo, porque hay que seguir.

Mis sentimientos están como aquel primer día que ya no pude verlo más. Ese sentimiento que camina mano a mano de las alegrías. Y sí, tenemos alegrías y las vivimos y agradecemos.

Habemos un grupo muy selecto de Super Mamás. La sola idea de pertenecer a este grupo causa terror. No entendemos por qué nos reclutaron en este grupo. Y en este caminar tenemos que pasear con Dios de la mano.  No hay otra forma de transitar en el y no tiene atajos. Y no puedo dejar de mencionar a quien ha hecho de mi el resultado de sus oraciones.  Nuestras mamás son vitales en este proceso.

Nosotras también pertenecemos a este selecto grupo de madres, #SuperMamás, solo que vivimos la maternidad entre el cielo y la tierra y un día a la vez con mucha y toda la fuerza de voluntad. Nosotras reímos, bailamos, peleamos, sentimos y nos expresamos como nuestro corazón de madre nos demanda. Cometemos errores, muchos, demasiados, tenemos mucho en la cabeza y no es excusa. Todos los días trabajamos en mejorarlo. Hacemos chistes, hacemos como que no pasa nada cuando recién acabamos de tener una sesión terrible de llanto. No somos anormales, no queremos hacerles sentir incómodos o mal, pero hay que entender que la vida nos cambió. Y seguimos viendo la vida como hermosa y como un regalo especial que se nos ofrece cada día al despertar. Hablo por mi familia: vivir los momentos de alegría y crecimiento de nuestra hija. Todas las etapas lindas que está viviendo y con todas las enseñanzas que día a día nos regala. Saberla feliz y con certeza, manifestada por ella, de que como familia que somos, los cuatro, seguimos unidos.

Como familia, los invitamos a que puedan estar (así sea en silencio) con aquellos padres que tenemos pérdidas tan poderosas. No hay que asumir, vaya y pregunte. No imagine.  Habrán fechas difíciles, aún así invite. Todo se resume en empatía.

Nos gusta seguir yendo a cumpleaños de sus hijos así que mande la tarjeta. Le sorprenderá lo mucho que nos divertimos. Y cómo nos gusta un dulce. Y si quiere preguntarnos ¿cómo eran nuestros hijos en vida? Hágalo.

Pero primordialmente: no juzgue, no apure el proceso del duelo, tenga paciencia. Ese dolor no se va, y eso, así quiera el bien para nosotros, no lo va a poder cambiar. Ya nos sentimos ese Día atrapados, perdidos y dio miedo, y salimos adelante y seguimos caminando, siempre un día a la vez.  Si sobrevivimos a ese día, claro que vamos a salir adelante poco a poco.

Queremos seguir en familia y con los amigos. No piense que porque al pronunciar el nombre de nuestro pequeñito o pequeñita nos lo va a recordar. Nosotros no necesitamos que nos lo recuerde. Ese hijo o hija está en nuestra cabeza 24 horas al día.

Super Mamás: Dios les bendiga sus hijos. Aprecien y vivan intensamente cada momento. Cánsense, agítense, desmayen del afán y ajetreo diario, que este es el agotamiento más lindo que la vida nos da.

Dios hace todas las cosas nuevas, puedes vivir y vivir intensamente. La vida que Dios nos separó nos sorprende continuamente con su amor y su misericordia. Siga siempre mirando hacia adelante, en el futuro.

Gracias a mis dos hijos:  Mis maestros de vida. Me enseñaron a hacerme como niño y hacerse como niño es confiar sin reservas en el amor de Dios.

Abrazos,

Claudia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cargando…

0

Cereales integrales para el desayuno: la suma de todas sus partes