Por: Lisbeth Argüelles
Amor propio… un concepto muy utilizado y escuchado desde nuestra infancia, con mayor énfasis en la adolescencia y marcado significado en la adultez; de preferencia usada más hacia el sexo femenino que hacia el sexo masculino, como si este concepto fuera reservado solo para las mujeres. El amor propio es un concepto que involucra a todos y a todas, en cuanto a todo nuestro ser, todas nuestras dimensiones y que nos acompaña toda nuestra vida y en los diferentes ambientes en que nos desarrollamos.
Desde el punto de vista psicológico, el amor propio se ha conceptualizado científicamente como autoestima. Hace referencia a la valoración o estima que una persona tiene de sí mismo, como algo natural e intrínseco al ser humano, relacionado con su instinto de autorregulación y conservación, sin caer en la soberbia, el egoísmo y la vanidad.
El amor propio es un estado de aprecio que va surgiendo a medida que hacemos cosas por nosotros mismos e invertimos en nuestro desarrollo físico, psicológico, emocional, espiritual y social. Es una dimensión dinámica que nos permite definir nuestra capacidad de apreciar lo que hacemos y valorar lo que somos.
El amor propio, a menudo se puede ver afectado y lastimado como resultante de una crianza irrespetuosa, sin amor, sin presencia de los padres, sin estructuras; también por una educación autoritaria o carente de estímulos positivos, o marcada por la indiferencia en las relaciones más significativas, específicamente en la temprana infancia, la relación madre-hijo o padre-hijo. El amor propio es importante para tener una vida de calidad. Influye en la forma en que nos relacionamos con los otros, en nuestra proyección en el trabajo y en el modo en que hacemos frente y solucionamos problemas.
Si bien es cierto la base del amor propio se construye durante la infancia y la adolescencia, también es muy importante comprender el impacto que tienen las vivencias y el desarrollo personal durante estas etapas del desarrollo y todos los años posteriores, durante la adultez, y cómo esto puede reforzar o modificar nuestra visión de nosotros mismos.
Para alimentar nuestro amor propio debemos empezar por conocernos a nosotros mismos. Es sumamente importante el autoconocimiento. Descubre quién eres, qué te gusta, qué habilidades posees, cuáles son tus límites, cómo te relacionas con los demás, qué ambientes te motivan y cuáles te desmotivan, entre otras cuestiones. Conecta con tus emociones y sentimientos.
Otra forma de alimentar tu amor propio es a través de la autoaceptación, esto es, acéptate en cuanto a concepto de ti misma, imagen física y valoración personal. Estos tres elementos son complementos del amor propio.
También puedes alimentar tu amor propio, cuidando de ti, atendiendo tus necesidades básicas, eligiéndote tu prioridad. Por ello les recomendamos implementar actividades de autocuidado físico, mental, emocional y espiritual, tales como: meditar, respirar, hacer actividad física, hacer actividades con las manos, cantar, reír, conectar con la naturaleza, entre otras.
El amor propio se alimenta cuando eres capaz de establecer límites saludables, firmes y claros con las personas en su entorno, ya sean familiares, amigos o compañeros de trabajo. De esta manera serás asertiva y podrás mejorar las conexiones sociales, al dejar claro lo que no es permisible y hasta donde se puede negociar, sin agredir tus valores, emociones, sentimientos e identidad.
Por último, y no menos importante, trátate con respeto, bondad, perdónate y sé compasiva contigo misma. Esfuérzate por ser un uno por ciento mejor cada día. No te compares con los demás, recuerda que eres única y que cuando naciste, se rompió el molde. ¡¡¡Eres Maravillosa!!!
Por: Lisbeth Argüelles
Psicóloga Integral y Coach
@lisbeth.arguelles
@constelacionespanama