Súper Mamá, después de dos años de pandemia y las múltiples dificultades que vivieron (y sobrevivieron) muchísimas familias a nivel mundial; según un artículo publicado en el periódico Panamá América en noviembre de 2021, el Ministerio de Educación espera una migración de 14 mil estudiantes del sector privado al público en 2022.
Este cambio no solamente tendrá un impacto en el niño o niña que cambiará de colegio sino que de igual forma su familia sufrirá modificaciones. Todo cambio para una familia conlleva un proceso de duelo. Dejar ir lo perdido, de adaptación y de reajuste. Con lo cual para poder llevar adelante este cambio de forma exitosa se requiere de la interconexión de todos los miembros de la familia.
Este cambio puede despertar sentimientos de culpa por no haber logrado mantener la estabilidad financiera. De vergüenza por tener que matricular al hijo/a en un colegio que pudiera considerar de categoría inferior y enojo/tristeza por lo que han perdido.
Todas estas emociones pueden hacer que los padres, tengan emociones más a flor de piel, que todo lo que se relacione con este nuevo colegio les moleste porque “no es como el anterior” . Y esa frustración y enojo sea evidenciada por el hijo/a. Con lo cual el primer tipo de soporte que los adultos en casa podrá ofrecer a sus hijos es tener mucha consciencia de sus propias emociones para poder regularlas. Y evitar criticar o hablar mal del nuevo colegio.
De igual forma que lo viven los padres, los hijos experimentarán las emociones relacionadas a un cambio y una pérdida. Desde enojo, frustración, duelo por la pérdida de sus amigos, sentimientos de inferioridad (según la visión que tenga del sistema público) y miedo/ansiedad frente al cambio, lo desconocido.
Dependiendo de la edad del niño/a los padres podrán notar diferentes formas de expresar estas emociones asociadas a la pérdida. En los más pequeños (5-10 años) es esperado ver conductas físicas (pataletas y tirar o golpear objetos/personas). Aunado a mucha irritabilidad, molestia constante, llorar de noche. No poder dormir y síntomas físicos (dolor de estómago, dolor de cabeza o ganas de vomitar) y expresar que no quiere ir al colegio.
En niños mayores (11 años en adelante) las emociones se reflejarán más con conductas de retraimiento, aislamiento social, enojo e irritabilidad constante, no querer participar en actividades de familia o comidas familiares o sumergirse en pantallas (sobre todo si juega con sus amigos del colegio anterior).
De la misma manera es esperado que su desempeño académico durante los primeros meses no sea el típico ya que estará pasando por el duelo de la pérdida y adaptándose; y de igual forma es importante notar cuando se “sumerge” en los libros y se convierte en un mini adulto sumamente responsable (allí puede estar tragándose sus emociones y tomando un rol de cuidador de los padres, que no le corresponde).
Finalmente proveer herramientas para que los niños puedan expresar sus emociones, en los niños más pequeños ofrecer hojas con colores, crayones o pintura para hacer arte libre y allí poner sus emociones y el caso de los niños más grandes conseguirles un diario para escribir emociones, un libro de mandalas para pintar y regular la ansiedad, hacer deportes juntos o estar en contacto con la naturaleza.
Wanda Bennasar
Psicóloga Clínica
Psicoterapeuta Sistémica / EMDR
IG @psic.wandabennasar
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